A pesar del colapso ambiental provocado por la contaminación por plásticos, el mundo no avanza hacia un tratado global efectivo. Mientras la producción crece y los ecosistemas se degradan, las comunidades más vulnerables cargan con el costo de la falta de un acuerdo.
La posibilidad de alcanzar un tratado internacional para frenar la contaminación por plásticos volvió a estancarse en Ginebra, Suiza. Tras diez días de negociaciones, los representantes de 185 países concluyeron el 14 de agosto la sexta ronda del Comité Intergubernamental de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sin llegar a un acuerdo, el cual estuvo marcado por las divisiones políticas y la participación de los lobistas de la industria petroquímica.
Estas negociaciones intentaban cerrar un acuerdo histórico que inició en el 2022, fecha en que la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEA), a través de la Resolución 5/14, estableció el mandato de que se construyera un tratado que aborde el problema de la contaminación por plásticos.
El encuentro reunió a más de 2600 participantes de 185 países y cerca de 1000 observadores de unas 400 organizaciones sociales, incluyendo pueblos indígenas, recicladores, ambientalistas y científicos, quienes alzaron su voz a través de protestas, presentaciones artísticas, ruedas de prensa y eventos dentro y fuera del Palacio de las Naciones, lugar donde se desarrollaron las discusiones.
Un proceso bloqueado por la política
Las organizaciones de la sociedad civil que participaron en calidad de observadores de las negociaciones, alertaron que la falta de un consenso se produjo porque existe una minoría de países que representan a la industria petroquímica. Entre ellos, Arabia Saudita y Estados Unidos que se oponen a que el tratado contenga algunos temas claves: frenar la producción descontrolada de plásticos a través de metas globales de reducción; y la prohibición de sustancias tóxicas en los plásticos y abordar todo su ciclo de vida.
El Centro de Derecho Ambiental Internacional (CIEL), detalla en un análisis denominado Los lobbistas de combustibles fósiles y petroquímicos invaden las negociaciones del tratado sobre plásticos, que más de 234 lobistas de la industria de los combustibles fósiles y la química estuvieron presentes en las negociaciones de Ginebra, quienes formaron la mayor delegación presente.
El documento detalla que estos lobistas se incorporaron a delegaciones nacionales, especialmente las de Egipto, Kazajistán, China e Irán. Entre ellos figuran gigantes del sector petroquímico y de producción de plásticos, como Exxon Mobil, Dow, American Chemistry Council, Coca Cola y Lego.
Según el informe, estos grupos de interés “recurren a tácticas intimidatorias y tratan de reducir la ambición de los procesos relacionados, lo que obstaculiza la consecución de un tratado ambicioso”, señala en el documento Ximena Banegas, especialista en plásticos y petroquímica de CIEL.
Durante la última sesión del 14 de agosto, el presidente del comité negociador, Luis Vayas Valdivieso, presentó un borrador preliminar. Algunas de las propuestas que contemplaba el documento estaban ligadas a la realización de reportes nacionales periódicos, la creación de un sistema global de evaluación científica, la cooperación internacional y la educación ambiental.
Sin embargo, la mayoría de naciones rechazaron el texto debido a que no contenía los temas esenciales para combatir la contaminación por plásticos como por ejemplo, medidas para reducir su producción de manera progresiva y medidas que aborden todo el ciclo de vida de estos materiales.
La organización ambiental Greenpeace, ante la fallida negociación, insistió en la necesidad de lograr un tratado jurídicamente vinculante que reduzca la producción de plásticos, proteja la salud y regule todo su ciclo. “La incapacidad de llegar a un acuerdo es frustrante, pero también envía un mensaje claro: no aceptaremos un texto que repita los errores del pasado ni que ignore la raíz de la crisis”, afirma Julio Barea, responsable de residuos de Greenpeace, en un comunicado.
Por su parte, la ONU señaló que habrá un nuevo periodo de sesiones. Sin embargo, a día de hoy no se ha dado mayor información sobre si las reglas del proceso cambiarán para hacerlas efectivas, ni el lugar ni fecha en que se retomarán dichas negociaciones.
Una urgencia ambiental de años atrás
Entre 1950 y 2017, el mundo produjo 9200 millones de toneladas de plástico. De acuerdo con el informe Contaminación por plásticos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), cerca de 7000 millones de esas toneladas se transformaron en residuos que terminaron en vertederos o fueron arrojados al ambiente.
La contaminación por plásticos representa una grave amenaza no solo para la salud y los ecosistemas, sino también para el clima. El documento detalla que solo en el 2020, la producción de plásticos habría generado cerca del 3 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero.
También advierte que este tipo de contaminación modifica los hábitats y procesos naturales, pues el plástico tarda siglos en degradarse y se acumula en el ambiente, asfixia la fauna marina, degrada los suelos y contamina las aguas subterráneas. “Reduciendo la capacidad de los ecosistemas para adaptarse al cambio climático, afectando directamente a los medios de vida de millones de personas, a su capacidad de producción de alimentos y a su bienestar social”, se lee en el documento.
El organismo detalla que la mayor parte del plástico de un solo uso proviene de envases y empaques, sobre todo de alimentos y bebidas, que casi siempre terminan en la basura o mal gestionados. También son usados en la agricultura para proteger cultivos, en la pesca a través de redes y anzuelos que acaban en el mar, y en la moda, donde la mayoría de las prendas están hechas con telas plásticas como poliéster, acrílico o nailon.

Efectos de la contaminación por plástico en la salud
Los efectos tóxicos del plástico tienen una afectación directa en el desarrollo humano. Según el informe titulado El plástico y la salud: Los costos ocultos de un planeta plástico de CIEL, afectan a las personas desde la extracción de combustibles fósiles, pasando por la producción, la venta, el consumo y su desecho, hasta llegar a la fragmentación en microplásticos.
La exposición a microplásticos y sustancias tóxicas provenientes del plástico ocurre al inhalar partículas en el aire, ingerir alimentos y agua contaminados, a través del contacto con la piel, y puede generar daños acumulativos en los sistemas renal, digestivo, inmunológico, respiratorio y neurológico.
Un ejemplo de ello, es la contaminación por plásticos en la cadena alimentaria, ya que al fragmentarse en partículas más pequeñas concentran químicos tóxicos para las personas. “Los microplásticos que entran al cuerpo humano de forma directa, ya sea mediante ingestión o inhalación, pueden causar una variedad de impactos a la salud, incluyendo inflamación, genotoxicidad, estrés oxidativo, apoptosis, y necrosis”, se lee en el documento.
El informe concluye que abordar los riesgos del plástico exige decisiones basadas en los impactos del ciclo completo del material sobre la salud humana. “Las soluciones deberán tener como meta el respeto a la salud humana y el derecho a un ambiente saludable ”, detalla en el informe.
Los más vulnerables: comunidades afectadas
En los países en desarrollo, las comunidades rurales y costeras son quienes más sufren las consecuencias de la contaminación por plásticos. El análisis Crisis del plástico en los océanos: modelos mentales de contaminación plástica en comunidades costeras remotas de Indonesia, publicado en PubMed, evidenció que el aumento en el consumo de plásticos de un solo uso, sumado a una “baja alfabetización plástica” y a la falta de infraestructura para el manejo de residuos, ha causado una grave acumulación de basura marina.
Saber más: Recicladores en Medellín enfrentan retos y buscan dignidad
Las comunidades enfrentan estos impactos sin herramientas ni apoyo institucional. El análisis identificó que el acceso creciente a productos desechables no ha venido acompañado de mejores sistemas de gestión. “La compleja geografía y la ausencia de servicios de recolección dejan a estas comunidades a cargo de los impactos de la crisis del plástico en los océanos”, se lee en el documento.
Otro ejemplo revelador se encuentra en los pequeños estados insulares en desarrollo (PEID), como Antigua y Barbuda, donde la contaminación por plásticos representa una amenaza directa para el desarrollo sostenible. Según el estudio Acabar con la contaminación por plásticos en islas pequeñas y zonas costeras remotas, de la Alianza para Acabar con los Residuos Plásticos (AEPW, por sus siglas en inglés), aproximadamente 11 millones de toneladas de residuos plásticos se filtran al medio marino cada año, afectando de forma desproporcionada a estas economías que dependen de la pesca y el turismo.
Los PEID reclaman un tratado que reconozca sus circunstancias especiales, señalando que “estos impactos ya están ocurriendo” y exigen “metas ambiciosas, alcanzables y medibles”. Además, advierten que incluso si cesara la producción de plásticos, el existente tardaría “hasta 450 años en degradarse”, provocando microplásticos persistentes.
Un patrón similar se repite en algunas regiones de África, según el artículo de la Organización Mundial de la salud titulado Abordar los impactos de la contaminación plástica en la salud en África, este tipo de contaminación daña los suelos agrícolas al reducir su porosidad, afectando el ciclo del agua y disminuyendo la productividad, en economías donde la agricultura es clave para subsistir, lo que compromete la seguridad alimentaria.
Un llamado a la acción
Las políticas internacionales actuales para enfrentar la crisis por la contaminación por plástico han demostrado ser insuficientes, no solo impide abordar de forma efectiva los impactos del plástico en todo su ciclo de vida —desde la extracción de materias primas hasta su desecho—, sino que también que dificultan equilibrar la protección ambiental con el desarrollo social y económico.
Luis Vayas, presidente del Comité Intergubernamental de Negociación sobre la Contaminación por Plásticos, frente a la crisis hace un llamado a la unión entre naciones: “El mundo espera de nosotros una solución eficaz que pueda evolucionar con el tiempo para abordar la contaminación por plásticos mediante una acción conjunta y cooperativa entre todos los Estados”, menciona.
El costo de la inacción es evidente: océanos convertidos en vertederos, comunidades vulneradas, biodiversidad al borde del colapso y generaciones futuras condenadas a heredar un planeta intoxicado. Mientras los países no logren superar estos desacuerdos, seguirán prevaleciendo los intereses económicos de la industria petroquímica por encima del bienestar colectivo y del planeta.
Cada vez es más necesaria y urgente una respuesta integral y jurídicamente vinculante. Solo un tratado ambicioso que regule de forma efectiva todo el ciclo de vida del plástico, limite su producción y prohíba el uso de sustancias tóxicas, permitirá revertir esta crisis global. El futuro del planeta y de las generaciones venideras depende de decisiones que pongan fin a la inacción y prioricen el bien común por encima de los intereses corporativos.

